María Elena Walsh
María Elena Walsh
(1930-2011)
Fue una poetisa, escritora, cantautora, dramaturga y compositora argentina, considerada como «mito viviente, prócer cultural y blasón de casi todas las infancias». El escritor Leopoldo Brizuela ha puesto de relieve el valor de su creación diciendo que «lo escrito por María Elena configura la obra más importante de todos los tiempos en su género, comparable a la Alicia de Lewis Carroll o a Pinocho. Una obra que revolucionó la manera en que se entendía la relación entre poesía e infancia».
Famosa por sus obras infantiles, entre las que se destacan el personaje/canción Manuelita la tortuga y los libros Tutú Marambá, El reino del revés, Dailan Kifki y El Monoliso, es también autora de varias canciones populares para adultos, entre ellas Como la cigarra, Serenata para la tierra de uno y El valle y el volcán. Otras canciones de su autoría que integran el cancionero popular argentino son La vaca estudiosa, Canción de Titina, El reino del revés, La pájara Pinta, La canción de la vacuna (conocida como El brujito de Gulubú), La reina Batata, El twist del mono Liso, Canción para tomar el té, En el país de Nomeacuerdo, La familia Polillal, Los ejecutivos, Zamba para Pepe, Canción de cuna para un gobernante, Oración a la justicia, Canción de caminantes, entre otras. Entre sus álbumes destacados se encuentran Canciones para mirar (1963) y Juguemos en el mundo (1968). En el panorama de la música infantil en Latinoamérica, ella se destaca junto a grandes maestros como el mexicano Francisco Gabilondo Soler y la cubana Teresita Fernández. La película de dibujos animados Manuelita (1999), dirigida por Manuel García Ferré para el público infantil, se inspira en su famoso personaje y reúne algunas de sus canciones.
En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas
cosas.
Un rayo de sol, por
ejemplo.
(Pero hay que encerrarlo
muy rápido,
si no, se lo come la
sombra).
Un poco de copo de
nieve,
quizá una moneda de
luna,
botones del traje del
viento,
y mucho, muchísimo más.
Les voy a contar un
secreto.
En una cajita de
fósforos
yo tengo guardada una
lágrima,
y nadie, por suerte, la
ve.
Es claro que ya no me
sirve.
Es cierto que está muy
gastada.
Lo sé pero qué voy a
hacer,
tirarla me da mucha
lástima.
Tal vez las personas
mayores
no entiendan jamás de
tesoros.
“Basura”, dirán,
“Cachivaches”.
“No sé por qué juntan
todo esto”.
No importa, que ustedes
y yo
igual seguiremos
guardando
palitos, pelusas,
botones.
tachuelas, virutas de
lápiz,
carozos, tapitas,
papeles,
piolín, carreteles,
trapitos,
hilachas, cascotes y
bichos.
En una cajita de
fósforos
se pueden guardar muchas
cosas.
Las cosas no tienen
mamá.
María Elena Walsh
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